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lunes, 5 de agosto de 2013

Aroa y el Reino de Skyland Parte 4

Una plácida brisa acariciaba el largo pelo de Aroa. El Sol estaba apunto de desaparecer fundiéndose con el horizonte y las estrellas comenzaban a aparecer. 
-Y.. ¿Hacia donde tenemos que ir..?-Preguntó la chica al hada
-Debemos llegar a la pradera de Utigra antes de que la Luna nos alcanze.-Contestó
-¿La Luna? ¿Por? ¿Que pasará cuando la Luna nos alcance?-Dijo curiosa
El pequeño ser la miró de nuevo y sonrió.
-Cuando la Luna alcance el cielo, miles de monstruos emergerán de la oscuridad y lucharán contra aquellos que tengan buena voluntad y posean buen corazón.. Por cierto, me llamo Xiomara.-Se presentó
-Ah, encantada-Dijo con una sonrisa en la boca- Yo Aroa.
-Lo sé-Dijo escapándosele una aguda carcajada-Vamos, tenemos que llegar a nuestro destino antes de que sea demasiado tarde.
-Sí-Respondió asintiendo.
El paisaje era verde en la pradera de Utigra, miles de amapolas la poblaban y un riachuelo pasaba cerca de una pequeña cabaña de madera
-Aquí dormiremos esta noche.-Comentó Xiomara
-¿Estaremos seguras allí? ¿De veras? Yo creo que si bravos y poderosos monstruos aparecen por la noche en busca de almas puras y ven que en una vulnerable cabañita hay dos, se acercarán sin dudarlo dos veces para acabar con ellas.
-No creas que es una simple cabaña. No subestimes las cosas sin conocerlas antes. Confía en mí. Entra en ella.-Dijo haciendo señas con las manos.
Aroa la miró de nuevo, algo desconfiada, pero entró en la cabaña por pura curiosidad. Un largo pasillo había tras esa pequeña puerta y, al cerrar la puerta observó maravillada como en su interior, lo que por fuera parecía una derruida choza por dentro era un seguro caserío. 
Empezó a merodear la casa y descubrió su gran tamaño, ¡tenía al menos treinta habitaciones!
Decidió dormir en una en la que las paredes estaban forradas con un papel verde selva y muebles de estilo rural. Una ventana se encontraba cerca de su cama, la cual tenía una manta de color azul turquesa y una almohada de plumas de ganso. Todo aquello le hacía sentirse como si fuese de la realeza.