Una aguda voz la despertó.
-¡Venga arriba, dormilona que ya es muy tarde!-Dijo su hermanita.
-¿Clara? ¿Qué haces tú aquí?
-¿Cómo que qué hago aquí? ¡Esta también es mi casa! ¿Sabes?`-Replicó
Lo primero que hizo Aroa fué mirar el dibujo del hada de la pared, quien le recordó misteriosamente a Xiomara y se puso en pie. Ella llevaba su pijama favorito, el de las mariposas azules y amarillas. Bajó a la cocina, desayunó y fué al colegio, aún algo desconcertada.
Decidió contarle aquello a su mejor amiga, Paula y ella burlándose le contestó:
-¿Hadas? ¿Un brujo malvado? Me parece que tu lees demasiado.-Contestó.
-Has de creerme, es real. Lo sentí.
-Hay veces en las que me recuerdas a Clara, pareces aún una niña pequeña pensando que los sueños pueden hacerse realidad.
-A eso se le llama ser soñador y a mí no me parece que haya ningún inconveniente contra ello, además me parece genial las personas que aspiramos a más, no como tú.
-Pero si tu estabas hablando de tu sueño..
-Me da igual, Paula. Lo que sea. Fué real, no hay nada más que objetar.-Terminó
-¡Piensa lo que quieras!-Gritó mientras se marchaba.
Paula estaba enfadada, hacía mucho tiempo que Aroa y Paula no discitían. Todo en ellas era armonía. Ambas parecían ser una misma, pues tenían los mismos gustos.
A la hora de dormir Aroa se tumbó en su cama y volvió a mirar aquel dibujo hasta quedarse dormida, entonces volvió a despertar en aquella extraordinaria habitación.
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