La venganza de la guerrera del Norte parte 2

El tiempo había pasado, la soledad inundaba su alma,  no conocía a nadie que viviera por allí que también fuera humano. Solo tenía a los animales pero ellos la temían y la respetaban.
Un día en en que fué a recoger moras como habituaba, observó que un arbusto que se encontraba cerca empezaba a moverse, cada vez más y más. Edurne se acercó y a su cara le saltó un juguetón cachorro de lobo blanco y ambos cayeron al suelo.
El lobezno empezó a lamerle la cara, como si la conoziese de toda la vida. Ella se limitó a levantarse, coger su pequeño zurrón y volver a la cabaña. Poco después se dio cuenta de que el pequeño la seguía. Observó a su alrededor. No había nadie más. No había peligro. Prosiguió su camino, seguía ignorándolo pero este sin embargo iba detrás de ella, feliz.
Al final se puso nervioso y ladró para captar su atención, pero su intento se hizo en vano. Repitió y repitió y al final, cuando ya iba a subir al árbol lo cogió y lo adoptó como compañero. Buscó a los padres de su peludo amigo pero no los encontró.
Pasaron los años en el profundo bosque y ambos crecieron, Edurne ya cumplía los 15 y el pequeño.... Ya no era tan pequeño. Decidió ponerle un nombre: Gélido. Le llamó así simplemente por su blanco color, al igual que la nieve, un blanco hipnotico, cautivador...
Al ir a cazar una mañana se encontró más de una docena de animales muertos.... Escuchó el lejano gemido de un pequeño corzo que agonizaba.
La temporada de caza había comenzado, la peor época del año, corría el peligro de ser descubierta o acabar muerta.
Lo peor de todo fué que al acercarse a ver el pequeño corzo, el ''asesino'' había sido su hermano.